El castellano es la lengua oficial de 21 países. En otros, como Estados Unidos, protagoniza un ascenso imparable. A menudo ha sido denostado y poco valorado.
El español es ya la segunda lengua del planeta por número de hablantes nativos y el segundo idioma de comunicación internacional, sólo por detrás del chino y por delante del inglés. Más de 450 millones de personas hablan español, una cifra que irá en aumento: en 2030, el 7,5% de la población mundial dominará este idioma, y en 2050 Estados Unidos se habrá convertido en el primer país hispanohablante del mundo. “Amar la lengua es usarla”, se dice a menudo. El español –o el castellano– es, entonces, muy querido.
Todas las cifras precedentes están recogidos en el informe El español, una lengua viva, elaborado el año pasado por el Instituto Cervantes. Un documento optimista sobre la pujanza de este idioma y que defiende que ahora, “en el momento en que la sociedad global exige vivir en permanente contacto entre los más diversos lugares del planeta, todos los datos confirman que es una de las tres o cuatro grandes lenguas que canalizan las relaciones internacionales”. Su prestigio, dice el informe, no hará más que crecer.
Pero no siempre ha sido así. El escritor alemán Lichtenberg (siglo XVIII) dijo que el español era “el latín del pobre”, y Voltaire, en el elogio fúnebre a la marquesa Du Chátelet, destacó que su antigua amante había llegado a dominar casi todos los idiomas menos el español, “porque le dijeron que no había más que un libro famoso en esa lengua, y era un libro frívolo”. Estas actitudes de desprecio, recogidas por el fallecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante en un artículo titulado El español no es una lengua muerta, llegaron a ser adoptadas incluso por los hispanohablantes.
Así, Borges, que consideraba al inglés como el idioma ideal, afirmó en su ensayo El idioma de los argentinos que no existen ni “un gran pensamiento o un sentir” ni “una gran literatura poética” en español. El autor de Historia universal de la infamia, al menos, se apresuró a realizar la siguiente matización: “Confieso –no de mala voluntad y hasta con presteza y dicha en el ánimo– que algún ejemplo de genialidad española vale por literaturas enteras: don Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes”.
En cualquier caso, el prestigio internacional del castellano ha ido subiendo peldaños. Somerset Maugham, ya en el siglo XX, dijo que “el español es la mayor creación literaria de los españoles”, y lo cierto es que su uso no ha dejado de ir en aumento. Además de los 21 países hispanohablantes, hay otros dos, EE UU y Brasil, donde este idioma tiene una importancia creciente.
Hay asignaturas pendientes: Europa, donde su importancia en las universidades y en el mundo empresarial está todavía por detrás del inglés, el francés y el alemán; e Internet, donde su uso, del 7%, está a años luz del 70% del inglés. Borrones que no empañan una salud de hierro y un futuro de acero inoxidable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario